🟡 QUÉ HACEMOS CON LOS VIEJOS -- Los engranajes de Occidente 8

El contrato social dice más o menos así. Naces. Te embarcas en un viaje del que no tienes un control, eres depositado en estaciones sin nombre y se te exige obediencia constante, hasta que desembocas en un trabajo que detestas, que te obliga a estar encadenado cuarenta horas semanales sin un propósito concreto. Un trabajo que realizas con temor a perderlo y que te permite comprar un mes al año de libertad a cambio de cederla otros once meses. El salario es la droga que te proporcionan para que renuncies a tus sueños. Y al final de todo, acabas golpeando unas pelotas en un asilo con unas baquetas que han usado antes que tú otros viejos que han muerto ya. Empleas los mejores años de tu vida prometiéndote que la disfrutarás de verdad cuando seas viejo. Es una promesa que te haces a ti mismo y, lo que es peor, te la hacen desde lo más alto. Te prometen una pensión digna, que alguien se hará cargo de ti, que no te faltará nada mientras tengas un aliento de vida. Sin embargo… ¿Hasta qué punto es así? ¿hasta qué punto estados quebrados y corroídos por la codicia, las políticas cortoplacistas, la corrupción y el engaño van a ser capaces de fagocitar la cantidad de viejos necesitados de cuidados en los años que se avecinan? Antes de aullar con furia porcina sobre detalles técnicos de los vídeos, te invito a que leas el siguiente decálogo: La única rebelión posible es la personal. Cuando lo acepta, ese desgraciado individuo, conocido con el nombre de hombre, arrojado muy a pesar suyo en este rincón del Universo, es capaz de sembrar al fin algunas rosas en las espinas de la vida. Soy Fabián C. Barrio, el viejo lesbiano que ulula sobre una roca en mitad del Mediterráneo. Escritor y viajero chipriota. Overlander majestuoso. Hablo para vivir. Soy el Alcalde. Yo soy: Mi Tuínster: Mi féinbus: Mi correo: yo@
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