Los faraones, los señores de las Dos Tierras, fueron los encargados de proteger a Egipto de sus enemigos y de garantizar el orden del universo. Gobernaron Egipto desde el 3000 a. C., aproximadamente, hasta la conquista romana, en el 30 a. C. Faraón. Rey de Egipto, la nueva exposición de la Obra Social ”la Caixa” en colaboración con el British Museum, explora el simbolismo y el ideario de aquella monarquía, desvelando las historias que encierran las 164 piezas incluidas en la muestra como representación de esta antigua civilización. Destacan los trabajos de orfebrería, así como las estatuas monumentales y los relieves de templos que acercan a los visitantes a la vida real y de poder del antiguo Egipto.
Eran cientos los dioses a los que se rendía culto en el antiguo Egipto, y se creía que todos mantenían algún vínculo con el faraón. Los antiguos mitos explican que, antes del primer faraón, el país había sido gobernado por los dioses. Como sumos sacerdotes, los faraones supervisaron la construcción de grandiosos templos para la celebración de rituales. Los entierros reales, bajo las pirámides o en el Valle de los Reyes, se concebían con la intención de garantizar el renacer del faraón como Osiris, señor del inframundo o mundo de los muertos.
Junto a esta naturaleza divina, el faraón también era representado como un audaz guerrero o un genio de la estrategia militar, implacable con sus enemigos. Comandaba los ejércitos con la misión de mantener la paz interior y de expandir las fronteras. Sin embargo, Egipto sufrió numerosas y dolorosas derrotas, entre otras, contra los ejércitos romano y nubio. Asimismo, a pesar de su papel como señor de las Dos Tierras, nexo de unión entre el norte y el sur, lo cierto es que los faraones no pudieron evitar fuertes tensiones internas. Egipto conoció varias guerras civiles, y fue conquistado por potencias extranjeras o gobernado por distintos soberanos que se disputaban el poder.